Una banda de ladrones está
atemorizando una aldea de campesinos, para defenderse, estos contratan a un
grupo de samuráis. Así de simple es la historia de esta película dirigida por
el célebre realizador Akira Kurosawa.
Toshirô
Mifune y Takashi Shimura protagonizan
este excelente filme de 1954, en el cual, se mezclan varios elementos de la
cultura japonesa. Los samuráis eran guerreros de profesión, expertos en el arte
de la guerra, y sobre todo, eran considerados como caballeros regidos por un
estricto código de ética denominado como “Bushido”.
Kurosawa nos cuenta una
historia muy sencilla, pero con un contenido moral e histórico muy rico. Los
campesinos del filme viven atemorizados por una banda de ladrones, estos les
roban lo que recogen en las cosechas, y prácticamente los tienen sumidos en la
desesperación. El anciano de la aldea propone contratar a unos samuráis para
defenderse.
La película fue filmada en
blanco y negro, apenas nueve años después de finalizada la Segunda Guerra
Mundial, en la cual Japón recibió la peor parte: el bombardeo nuclear a dos de
sus ciudades. Kurosawa intenta transmitir un mensaje en esta cinta. En primer
lugar, el filme es optimista, está lleno de mensajes explícitos e implícitos
sobre la diferencia entre el positivismo y el negativismo. Al principio de la
cinta nos muestran a unos campesinos entristecidos, llenos de temor, de
desesperanza, totalmente agobiados por los problemas. Posteriormente, y a
manera de contraste, la película se enfoca en los samuráis que a diferencia de
los campesinos son optimistas, llenos de energía, y de ímpetu.
En segundo lugar, Kurosawa
utiliza la figura del samurái para explicar la situación histórica del pueblo
japonés. Una nación llena de historia, de valores sociales, y de mística. El
samurái representa lo mejor de la historia del Japón, su valía, su
caballerosidad, su valentía, su optimismo, su sagacidad, su abnegación, su
lealtad. En contraste, como ya dije, los campesinos son desgraciados, llenos de
temor, y de desesperanza. Por algún motivo, que yo desconozco, Kurosawa
enfrenta a estas dos clases sociales –si es que así se les puede denominar-; por
un lado los samuráis, y por el otro, los campesinos.
Uno de los samuráis,
incluso, en una parte de la película, hace una crítica severa de los
campesinos, prácticamente los tratan como gente hipócrita y remilgosa. Yo creo
que Kurosawa está utilizando una simbología de la situación del pueblo japonés.
Los samuráis representan lo mejor de la historia del Japón, de ese pasado
glorioso y heroico; y los campesinos, también representan lo que ha sido el
Japón, pero con una perspectiva hacia futuro menos alentadora. Para los que ya
vieron la película, y conocen el final de la misma, saben que la cinta termina
con una frase demoledora, en la cual, precisamente se nota ese énfasis que hace
Kurosawa sobre contrastar el pasado y el futuro.
Japón acaba de salir de una
guerra al momento de filmarse la película, no es ni mucho menos una potencia, y
está simplemente tratando de reconstruirse después de ese tremendo chaparrón
que fue la Segunda Guerra Mundial. En el pasado quedaron los samuráis, los
caballeros de la guerra, los guerreros místicos; y en el futuro, Japón dependerá
de los trabajadores –representados por los campesinos-, para reconstruirse.
Sin embargo, la paradoja es
la siguiente: los samuráis, los que quedaron en el pasado, son los optimistas,
los emprendedores, mientras que los otros son los desesperanzados, los
preocupados, los temerosos. Pero ahí está el quid del asunto: son los samuráis quienes adiestran a los
campesinos, quienes les infunden positivismo y alegría, son ellos los que
provocan una transmutación en el ánimo del trabajador. Creo que este es el
principal mensaje de Kurosawa: ya no hay samuráis en el Japón pero debemos
remitirnos a sus enseñanzas, a su código moral, a su filosofía de vida para
salir adelante.
Japón hoy en día es una de
las potencias económicas del mundo (la tercera para ser más exacto), y algunos
le atribuyen ese milagro industrial a la capacidad del japonés para salir de
los problemas, para reconstruirse a partir de sus cenizas como el ave fénix.
Japón es un país de valores, y la lealtad es el máximo valor que cultivan los
nipones. La lealtad a la familia, la lealtad a la empresa, la lealtad a la
Nación.
“Los siete samuráis” es una
bellísima fábula de reconstrucción, de optimismo, de esperanza, de fe en el
futuro. Esta filmada con los avances tecnológicos de la época que eran bastante
precarios si los comparamos con los grandes instrumentos que se utilizan hoy en
día para producir una película. A pesar de esto, es un gran filme, lleno de
mensajes, y de historia.
Akira Kurosawa, en sus
últimos años, recibió financiación de Hollywood para hacer sus películas,
especialmente de George Lucas y de Steven Spielberg; y en 1990 recibió el
premio Oscar honorario por su trayectoria cinematográfica. “Los siete samuráis”
es una película clásica, una de las mejores películas de todos los tiempos
según aparece en varios sitios web especializados de cine.
El cine clásico está basado
principalmente en la historia y en los actores, y en este filme sí que se nota
la mano del guionista y de los protagonistas. Los samuráis son optimistas, llenos
de vigor, entusiastas, están llenos de confianza en sí mismos, y así lo
transmiten los actores, especialmente quien interpreta al líder de estos: Takashi Shimura, quien paradójicamente
en la vida real descendía de un antiguo clan de samuráis. Por el otro lado, Toshirô
Mifune representa al samurái rebelde, el renegado;
incluso hay serias dudas durante toda la película de si este era o no un
verdadero samurái.
Una película muy
recomendada, hay que tener paciencia con el ritmo de narración, y con la forma
en la que fue filmada. Sin embargo, estoy seguro que pasarán los años, y “Los
siete samuráis” seguirá siendo un filme clásico y de culto.
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